J. Enrique Proa Villarreal
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Este trato inhumano, aunque se trate de animales, se comete cuando se creía que esta barbarie ya estaba superada.
Por las calles de Torreón circula este tipo de “transporte”, que aparte de jalar las plataformas hechizas, sus dueños a veces llevan a toda la familia mientras realizan los acarreos. Recorren varias distancias hasta donde se ubican los tiraderos autorizados por el municipio fuera del área urbana.
Se ha visto cuando en varias ocasiones como se desploman los equinos a causa del cansancio, sed y de la altas temperaturas de hasta 40 grados.
Los conductores de estos “vehículos” portan chicotes o correas con las que les pegan para forzarlos a avanzar y en el lomo de los animales se aprecian las huellas de los azotes y del despiadado castigo.
Los “carritos de mulas”, como se les conoce en este lugar, recorren las calles de colonias y de la zona urbana en busca de clientes; otros permanecen, con el mismo fin, en lugares estratégicos en donde se pueden contratar sus servicios a cambio de tarifas que ellos mismo fijan.
Pero también a esta actividad llegó la modernización y tecnología, ya que muchos carromateros, que en su mayoría es gente de escasos recursos, están provistos de teléfonos celulares para atender de inmediato a la clientela.
Se considera que por humanidad, alguna autoridad debería proteger a los animales, y a sus propietarios dotarlos, con algunas facilidades, de otro tipo de vehículos motorizados para que realicen su trabajo y así obtener recursos económicos para el sustento familiar.