Estado de
emergencia
Miguel Ayax
González HubbardPeriódico 4º. Poder
Lo impensable, lo inaudito, lo
reprobable ocurrió en el país que supuestamente es el demócrata ejemplar, el
país refugio de perseguidos, tanto políticos como religiosos: Estados Unidos.
Una turba invadió el Capitolio, puso en peligro a los legisladores que hacían el constitucional recuento de votos electorales que da el triunfo a Joe Baiden.
Una turba invadió el Capitolio, puso en peligro a los legisladores que hacían el constitucional recuento de votos electorales que da el triunfo a Joe Baiden.
Las mentiras del
presidente que sale, Donald Trump, sus demandas y denuncias de un fraude no
realizado y mucho menos probado, instigaron a grupos supremacistas y desde
luego racistas a contestar al llamado hecho por el presidente para ir de
distintas partes del país a Washington y violentar las acciones legislativas
con la única finalidad de mantenerlo en la presidencia de la república.
Es cierto que no
todos los golpes de Estado los hacen los ejércitos; ahora se trató de dar uno
desde dentro de la Casa Blanca, por un hombre mal perdedor, caprichoso, incapaz
de soportar una derrota y su egoísmo lo ha orillado a convertirse en un traidor
a su patria.
En la asamblea
legislativa se dijo que el presidente que sale dejará un amargo legado como
promotor de la violencia; violencia política que no se había registrado desde
tiempos de la guerra civil y que ayer costó la vida de una mujer, varios
golpeados y detenidos.
Estados Unidos está
profundamente dividido, está dañado, enfermo como enfermo está el presidente
saliente y larga y ardua tarea le espera a la administración entrante para
volver a unir ideas y sentimientos tan disímbolas.
Ojalá y sirva a los electores de todo el mundo saber -luego de esta lamentable experiencia- los riesgos que implica elegir a gente sin conciencia ni responsabilidad
