Los riesgos de
escribir
Periódico 4º. Poder
En México y el mundo se garantiza -mas o menos- la libre expresión.
Constitucionalmente
está amparada la libertad de prensa y hasta hay un “Día del periodista” que se
celebró hace poco.
Ese reconocimiento está más que justificado para los que ejercen la
actividad de informar con decisión y valentía a grado tal que muchos
informadores han sido asesinados o sus medios atacados por desconocidos,
principalmente del crimen organizado o por algunos gobiernos afectados en sus
turbios intereses que se descubren con las publicaciones, exhibiciones
televisadas o a través de la radio.
El periodismo es una profesión interesante, a veces divertida, en pocas
ocasiones redituable económicamente hablando pero muy satisfactoria y hasta
protagónica.
Los que escribimos en provincia no estamos exentos de presiones y mal
querencias; a últimos días un reportero local fue detenido por la policía sólo
por pasarse un ¡alto! y otro, también del gremio, “investigado” para ver si su
vehículo no era robado.
Menos sufrimos los que desde el encierro por la pandemia escribimos y
opinamos; aún así no nos faltan reclamos o malas interpretaciones.
Hace unos días publiqué un artículo que denominé “De políticos y
periodistas” donde, entre otras cosas, digo que “otros que terminaron carreras
muy diferentes y que abandonan para convertirse en “periodistas” y se
convierten en feroces críticos de quienes no los apoyan económicamente pero
alaban de manera desmedida y servil a quien les arroja una dádiva...” y me gané
un fuerte reclamo de personas en las que ni había pensado.
Al parecer, una coincidencia los hizo pensar que lo dicho era dirigido a
ellos y lógicamente me pusieron en su perfil -como se dice coloquialmente- como
lazo de cochino.
Por buena suerte, creo, se aclaró el malentendido, nadie salió lastimado
y todos seguimos -cada chango en su mecate- trabajando e informando.