Desconcentrar
el poder
Mercelo Torres Cofiño
México necesita un proyecto de largo plazo que
trascienda las voluntades individuales y que esté destinado a crear y sostener
las condiciones necesarias para la prosperidad de todos. Como he venido
exponiendo, dicho proyecto podría ser conducido por cuatro grandes ejes:
1) Reducción de las desigualdades; 2)
Desconcentración del poder; 3) Educación para la vida democrática; y 4)
Sustentabilidad y sostenibilidad futuras.
Las dos semanas pasadas ofrecí algunas ideas sobre
cómo reducir las desigualdades. En esta entrega expondré qué entiendo por
desconcentrar el poder y la razón por la que considero es tan necesario ese eje
en nuestro país.
Una democracia auténtica debería ser la antítesis
de los modelos monárquicos, autoritarios o dictatoriales. La concentración de
poder en un sólo individuo, incluso cuando este haya sido electo a través del
voto ciudadano, encaja mucho más en un esquema totalitario que en uno que
procure la democracia.
Allí tenemos el caso de Venezuela, en donde, a
pesar de haber tenido múltiples procesos electorales, claramente, lo que hay es
una dictadura.
Ahora bien, la mayoría de los problemas que
enfrenta nuestra nación en la actualidad tienen su origen en el
presidencialismo que dominó prácticamente todo el siglo pasado.
Fueron los
tiempos del priismo totalitario que llevó al poder a hombres como Luis
Echeverría, López Portillo o Salinas de Gortari. Y aunque hoy existe la
intención de restituir ese régimen y volver a convertir a México en el país de
un solo hombre, estoy convencido de que los mexicanos pronto lograremos
recuperar la profunda vocación democrática que ha forjado nuestra historia.
Desconcentrar el poder significa construir un
auténtico sistema de pesos y contrapesos que impida que los destinos del país
queden atados a los caprichos veleidosos de uno, o unos pocos individuos,
independientemente del partido al que pertenezcan. El destino del país es algo
de máxima relevancia y no puede ni debe ser dejado en unas pocas manos.
Hemos avanzado, sin duda, en términos de la
división auténtica de Poderes. Sin embargo, tenemos todavía mucho trecho por
recorrer, para que Ejecutivo, Legislativo y Judicial puedan actuar con la
autonomía suficiente, de forma madura y comprometida con la nación.
Además, es urgente la consolidación de los diversos
organismos constitucionales autónomos que deben poder actuar como otros poderes
para que, mediante la aplicación de sus facultades, garanticen los equilibrios
que requiere el ejercicio del poder.
Pero la desconcentración del poder debe ir también
y sobre todo hacia la ciudadanía. Necesitamos que las organizaciones de la
sociedad civil, los grupos gremiales y los organismos empresariales, así como
los científicos y miembros de la academia, tengan un peso específico importante
en la definición de las políticas públicas.
No más ocurrencias en el poder, porque causan un
enorme daño.
He insistido en la necesidad de activar múltiples
liderazgos, de todos los ámbitos de la vida pública en el país. Institucionalizar
su participación es parte de ese camino que debemos seguir para que su acción
sea efectiva.
Agradezco mucho las ideas y señalamientos que me
han estado haciendo llegar en estas semanas.
Seguimos conversando