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La destrucción del Estado mexicano
Mercelo Torres Cofiño

La desastrosa gestión del sistema de salud pública, evidenciado con las cifras lamentables que arroja la pandemia de Covid-19; el estruendoso fracaso económico y el ridículo de la estrategia de seguridad, conducen al Presidente a descarar su intención de destruir el Estado mexicano y sus instituciones, para convertirse a sí mismo en el poder absoluto y hegemónico en el país. No es una especulación. Los hechos así lo demuestran.
Nada más esta semana el Presidente y sus súbditos emitieron una serie de propuestas y declaraciones que con toda claridad demuestran que la transformación que se busca para el país es la sustitución de un sistema democrático por un régimen personalista y totalitario.
Independientemente de su postura política, para cualquiera que sienta verdadero amor por México y que conozca su historia, la intención presidencial le debe resultar preocupante.
Tal vez la declaración que con más descaro anuncia la pretensión de instaurar un régimen absolutista sea la versión lopezobradorista del consabido “o están conmigo o contra mí” que caracteriza a todos los dictadores.
Tanto es así, que alcanza incluso para colocar del lado opositor a Cuauhtémoc Cárdenas por el simple hecho de atreverse a expresar sus desacuerdos con el proceder del Presidente. Y si así trata a uno de sus impulsores políticos ¿qué podemos esperar aquellos que abiertamente rechazamos su forma de gobernar?
La intención dictatorial no para en palabras; se traduce en hechos. La propuesta de convertir a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos en una “procuraduría de los pobres”, colocando en la indefensión a todo aquel que no cumpla con esa condición, no es simplemente una ocurrencia de quien ilegalmente preside ese organismo autónomo, sino la confirmación de que fue colocada allí por AMLO para dinamitarlo desde adentro.
Cómo no iba a hacerlo si su aspiración dictatorial le exige eliminar todo contrapeso real ¿o acaso alguien se extraña de la inacción de facto de Rosario Piedra ante la militarización decretada por quien abiertamente es su jefe?
Y qué decir de la iniciativa presentada en el Senado por Ricardo Monreal con el aval del Presidente, por supuesto, de fusionar el Instituto Federal de Telecomunicaciones, la Comisión Federal de Competencia Económica y la Comisión Reguladora de Energía en un único organismo, sin importarle el elevado carácter técnico que para desempeñar bien su papel requieren sus consejeros.
Ya todos sabemos del cochinero que hicieron en la designación del titular de la CRE. También, el desastre que este ha hecho a su vez, bajo las órdenes del aspirante a dictador. Pues ahora pretenden también someter a los otros dos organismos, para que nada escape de su control autoritario.
Como ya lo dejó ver, sigue el Sistema Nacional Anticorrupción, que se ha convertido en una molesta piedra en su zapato, porque está dirigido por ciudadanos que han cometido el “error” de no postrarse ante su trono para rendirle pleitesía.
Urge pues que, sin importar preferencias partidistas, hagamos lo necesario para salvar de la destrucción al Estado mexicano y sus instituciones, así como para preservar la democracia, las libertades individuales y los derechos humanos.

Sin Bozal

.-INFORMACION PERIODISTICA LA PALABRA; es la mayor virtud y riqueza de un hombre, el que no la tienen ni cumple, esta hueco

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