La propuesta
del IMEF
Marcelo Torres
Cofiño
Es comprensible la existencia de voces que hoy
justifican lo que antes criticaban. Se entiende que su decisión de salir a la
defensa de un individuo los obliga a traicionarse a sí mismos. Pero, más allá
de lo que públicamente argumenten, estoy convencido de que en su fuero interno
siguen reconociendo lo indeseable como tal.
Saben, por ejemplo, que sin crecimiento económico
las acciones para combatir las desigualdades son insostenibles. Por eso, sin
importar que de dientes para afuera aseguren que no hay nada de malo en un PIB
que no crece, deben estar encendiendo veladoras para que ocurra el milagro.
Lo pongo así de sencillo: si se hubiera cumplido la
promesa de crecer al 4%, no hubieran sacado a pasear sus “teorías excéntricas”
para explicar que el incremento del PIB es innecesario.
Todo lo contrario, nos estarían presumiendo el
triunfo de su modelo. Se me ocurre incluso un reto, ahora que nuestras
opiniones quedan registradas, ¿por qué no nos muestran esas líneas en las que,
cuando se presentó la promesa de crecer a un ritmo que no hemos visto en
décadas, salieron a decir que eso no era necesario, que crecer no era
importante, que estaba bien si teníamos cero de incremento en el PIB? Estoy
seguro de que, si se ponen a rascarle, más bien van a encontrar entre sus
opiniones críticas al pobre desempeño económico de los sexenios pasados.
Pero, mi interés no es exhibirlos sino invitarlos a
que reconozcan, aunque no sea de manera pública, que México necesita crecer. Y
sí, por supuesto, sin ninguna duda, requiere de un auténtico combate a la
pobreza y de la disminución sensible de las desigualdades. Y es que, si somos
capaces de reconocer que allí está nuestro desafío, entonces, tenemos la posibilidad
de buscar soluciones.
En ese sentido, la propuesta del Instituto Mexicano
de Ejecutivos de Finanzas, IMEF, es digna de ser tomada en cuenta, pues parte
de un diagnóstico realista de la situación económica y social que atraviesa el
país, en el escenario de un mundo globalizado, para determinar acciones
concretas para impulsar la economía, crear más y mejores empleos, para, reducir
la desigualdad.
El IMEF nos recuerda que tan cierto es que el
modelo del libre mercado ha sido incapaz de reducir la pobreza, como que los
países con gobiernos que se autodenominan de izquierda en América Latina, han
terminado siendo un desastre.
De ahí que llamen a un esquema en el que los
capitales puedan invertir en condiciones de certidumbre, pero con políticas
agresivas de responsabilidad social. En otras palabras, la respuesta a los
problemas del país no está en un solo individuo iluminado sino en el quehacer
de muchos ciudadanos, en este caso empresarios, comprometidos.
Claro que para que su acción rinda frutos todos
debemos hacer lo nuestro desde la trinchera que nos toca, de ahí, por ejemplo,
la relevancia de combatir la corrupción y la impunidad; de crear ese clima de
mayor predictibilidad que requieren los inversionistas; de garantizar que la
ejecución de las políticas públicas se realiza bajo criterios de efectividad y
en absoluta trasparencia; con apego al estado de derecho y preservando la
estabilidad macroeconómica.
Ojalá y que, más allá de los colores que defiendan,
sean capaces de reconocer que la solución está allí, en propuestas como la del
IMEF