Integridad
Periódico 4º. Poder
Humanidad, fortalecimiento de valores, no permitir
a nadie la ilegalidad ni a quienes cometen delitos... acabar con la corrupción.
Dejar atrás el materialismo, el crecimiento por el
crecimiento y sin considerar el bien común.
Indispensable mejorar la vida pública, siendo
consecuentes, predicando con el ejemplo, luchando todos por el mejoramiento
general y qué bueno -dice- que en esta lucha participen las iglesias.
Así lo afirma el presidente López Obrador... y como
siempre, despierta polémica.
“No soy monedita de oro y por eso promoví la
revocación de mandato, para cuando ya no me quieran -como dice la canción de
José Alfredo- no sólo voy a llorar, me voy a ir”.
Estas cosas, sus “mañaneras”, su decir diario de
qué está haciendo y cómo se busca el mejoramiento de todos, despierta, como
siempre, comentarios en pro y contra de lo que dice y hace.
Me causa asombro que personas, sobre todo mujeres
lo apoyen ahora y lo que antes rechazaban y criticaban les parezca bien, quizás
porque se convencen de las buenas intenciones, quizás porque el presidente
habla lo mismo de un plan de vida y al mismo tiempo de un plan de desarrollo,
de la recuperación de los valores y privilegiando el bienestar familiar.
Quienes lo aborrecen, principalmente hombres, no le
creen nada; no le dan ni siquiera el margen de la duda, lo odian como odian a
la mujer que los engañó, al patrón que los despidió o al “amigo” que por años
lo abusó.
Éstos no tienen misericordia, mucho menos respeto;
le llaman “el cacas”, lo denigran, lo consideran estúpido y festejan cada
“meme” en su contra.
Nunca sintieron ese odio contra ningún otro
presidente y ahora cualquiera de los anteriores -hasta el zonzo y banal,
hipócrita y mentiroso- Peña Nieto les resulta más simpático.
Odian por odiar, no ven ningún mejoramiento; para
ellos todo está mal y va rumbo a ponerse peor.
No tienen ni el pretexto de la señora que dijo: yo
odiaba a López Obrador hasta que me llegó el apoyo de los 68 y más.
Ni siquiera les cabe esa esperanza