Mezquindad
y desamor por México
Marcelo Torres Cofiño
México vivió el peor noviembre desde 2008 en lo que refiere a
la creación de empleos. En aquel entonces, el mundo entero atravesaba una
crisis. Ahora, pese a que las condiciones externas son más favorables solo
fueron creados 76 mil 228 nuevos puestos laborales; esto de acuerdo con las
cifras oficiales que proporciona el Instituto Mexicano del Seguro Social.
A nadie le debe dar gusto que esa esté siendo la realidad
económica de nuestro país. La escasa creación de plazas de trabajo, 25% por
debajo de lo que se generó en noviembre de 2018, significa casi por necesidad
una mayor precarización de los salarios, lo que impacta de manera directa en
los bolsillos de las familias mexicanas y en su capacidad adquisitiva.
Las causas para que la creación de fuentes de empleo esté
siendo tan escasa todos la sabemos, aunque haya quién se niegue a aceptarlas,
simplemente por no dar su brazo a torcer.
Sin embargo, estoy seguro de que pese a lo que públicamente
reconozcan, saben bien que México no puede salir adelante si se sigue creando
desde el Gobierno federal un clima de elevada confrontación e incertidumbre,
pensando en cuánto les conviene la separación entre “pueblo” y “fifís” en
términos electorales.
Algo similar pasa con el tema del ejercicio presupuestal. No
es una virtud que se estén dejando de ejercer los recursos que fueron aprobados
por el Congreso de la Unión bajo el pretexto de una falsa austeridad, que lo
único que persigue es que haya más para repartir en programa de compra fáctica
del voto.
Es criminal que se esté reteniendo el gasto de manera
artificial para presentarlo como un ahorro. Por supuesto que el ejercicio del
erario debe hacerse de manera responsable y austera; eso nadie lo niega.
Pero, que una familia al final del mes haya dejado de pagar
sus recibos de servicios públicos y luego suponga que ese dinero que no ejerció
fue un ahorro es un autoengaño sumamente peligroso. Y eso es lo que el Gobierno
está haciendo con el agravante de que luego pretende utilizar esos recursos no
ejercidos en programas electoreros.
Sin embargo, la mayor afectación que está teniendo el
subejercicio generalizado del presupuesto es precisamente en la falta de
crecimiento económico y en el consecuente estancamiento en la generación de
empleos.
Si el Gobierno deja de consumir los bienes y servicios a los
que había sido autorizado por el Legislativo, entonces, las empresas que
proveen esos insumos verán impactada de manera negativa sus posibilidades de
crecer, de ahí que reduzcan la contratación de personal
Por eso, independientemente de las filias o las fobias
partidistas debe ser una exigencia ciudadana hacia el Gobierno, la de que
ejerza el recurso que le fue autorizado. No gastarlo es tan irresponsable como
despilfarrarlo.
Peor cuando, como consecuencia de esos ahorros mal
entendidos, se dejan de adquirir, por ejemplo, los medicamentos que hacen falta
para atender a enfermos crónicos.
Y por supuesto, mientras no haya seguridad pública y las
cosas en la materia estén totalmente fuera de control no habrá posibilidad para
que la economía florezca y se generan los empleos que el país requiere. Hay
mucho por hacer y, en verdad, ojalá y no termine imponiéndose la mezquindad y
el desamor por México.