Fanáticos locales
Periódico 4º. Poder
Uno dice del
estadio “es mi segunda
casa”; otro afirma contundente: “podrán perder pero sus colores no me los quito”; y así muchos siguen a sus equipos, pelean por ellos, los siguen, viajan y gastan; el lado bueno es que el deporte, como la política se inventaron para evitar las guerras, luchas o confrontaciones.
En la prehistoria más valían mil palabras que un garrotazo y en el deporte, la lucha se hace con reglas, limitando en todo lo que se puede la violencia desbordada, objetivo que no siempre se logra.
Ahora bien, los fanáticos que en el estadio, la arena, el campo o la pista “se sienten en casa”, porque en la propia no están a gusto.
Los que presumen los colores (y los anuncios cerveceros, sorianeros y de otros comercios) sirven sí y sólo para el enriquecimiento de pocos que están muy por encima del deporte porque lo suyo no es evitar la violencia y las confrontaciones, lo suyo es el negocio que una bola de fanáticos los enriquece.
El juego es y debe ser eso: sólo un juego; pelear en el fútbol como si fuera box, es un error como un error es perder a un amigo porque apoya a López Obrador.
El fanatismo es malo… ni López Obrador conoce a todos los chairos y fifís ni los ricos dueños de las cerveceras conocen (ni les importa conocer) a todos los que los encumbran y enriquecen.
Por último, no es “su casa” porque para entrar cada vez tienen que pagar. No son “sus colores”, son de quienes pagaron a los publicistas para hacerlos más atractivos, convencer a los… neófitos y sacarles dinero
casa”; otro afirma contundente: “podrán perder pero sus colores no me los quito”; y así muchos siguen a sus equipos, pelean por ellos, los siguen, viajan y gastan; el lado bueno es que el deporte, como la política se inventaron para evitar las guerras, luchas o confrontaciones.
En la prehistoria más valían mil palabras que un garrotazo y en el deporte, la lucha se hace con reglas, limitando en todo lo que se puede la violencia desbordada, objetivo que no siempre se logra.
Ahora bien, los fanáticos que en el estadio, la arena, el campo o la pista “se sienten en casa”, porque en la propia no están a gusto.
Los que presumen los colores (y los anuncios cerveceros, sorianeros y de otros comercios) sirven sí y sólo para el enriquecimiento de pocos que están muy por encima del deporte porque lo suyo no es evitar la violencia y las confrontaciones, lo suyo es el negocio que una bola de fanáticos los enriquece.
El juego es y debe ser eso: sólo un juego; pelear en el fútbol como si fuera box, es un error como un error es perder a un amigo porque apoya a López Obrador.
El fanatismo es malo… ni López Obrador conoce a todos los chairos y fifís ni los ricos dueños de las cerveceras conocen (ni les importa conocer) a todos los que los encumbran y enriquecen.
Por último, no es “su casa” porque para entrar cada vez tienen que pagar. No son “sus colores”, son de quienes pagaron a los publicistas para hacerlos más atractivos, convencer a los… neófitos y sacarles dinero