Sin título

 
¡Ah, que médicos!
 
Miguel Ayax González Hubbard
Periódico 4º. Poder
No voy a decir nombres para no lastimar a quienes son serios, con ética, capacitados y siempre -o casi siempre- impuntuales.
Sabemos “que se quemaron las pestañas” para hacer una carrera difícil, demandante y tan larga como la vida porque médico que no se actualiza, pierde.
Pierde conocimientos, audacia, práctica y las más de las veces interés por la salud del prójimo.
En días pasados (así me lo contó) un amigo digno de crédito, tuvo que consultar con un gastroenterólogo en Gómez Palacio; fue revisado, pesado, medido y escuchado de sus molestias y dolores.
     El galeno abrió su recetario, escribió mas que la secretaria de un notario y mandó un tratamiento de dos semanas y la compra de medicinas que después no será mucho, pero ahora, en estos tiempos gastar mas de tres mil quinientos pesos en cuatro o cinco medicinas (no las hay genéricas o similares) quiebran muchas economías.
     Se adquirieron los medicamentos, se siguió el tratamiento y como surgió un problema de apreciación, llamó al médico para hacerle una pregunta.
   La asistente que respondió en la mañana informó que el doctor no contesta el teléfono mientras atiende pacientes, que llamara a las tres de la tarde con quince minutos.
   Así lo hizo, puntillosa y exactamente como si siguiera las médicas instrucciones pero al tratar de hablar con el médico, la secretaria le informó que ya se había ido.
Ante el temor de agravamiento le cuestionó si no había teléfono para emergencias y recibió un rotundo no.
   Llame mañana insistió pero para no importunar al ocupado médico, mi amigo, el enfermo dejó su número con la súplica que del nosocomio le llamaran.
Esperó y esperó, el doctor no llamó, ni su asistente.
    ¿Por olvido?
Es de dudarse.
   ¿Por falta de teléfono?
    Imposible.
   No llamó porque poco le importan sus pacientes y el beneficio que pueda hacerles llegar.
Ante esta situación decidió ir al mismo lugar pero con otro médico de la misma especialidad y concertó una cita para dos días después a las cuatro y media de la tarde.
Provisto de los análisis requeridos, de las recetas del primer médico y asegurando sintiéndose igual de mal, estuvo con puntualidad en el consultorio… y pasaron los segundos, luego los minutos que fueron juntándose ante la impaciencia, enojo e impotencia de que el médico no llegara.
     Fue al módulo de administración y le dijeron que esperara, una y otra vez.
   Tuvo que aguantar escenas bochornosas que pocos creerán; dos o tres médicos y uno que quizás es agente de ventas platicando a grandes voces, echando “güeyes” y mentadas de madre por encima de dos jóvenes empleadas que con pena no podían hacer otra cosa que agachar la cabeza.
   Ya desesperado exigió llamaran al doctor para ver si iba a llegar o no.
   La secretaria accedió y luego, con pena ajena dijo: el doctor está en quirófano y no sabe cuánto tardará.
    Otra vez la incertidumbre sobre su salud, otra vez en vano estar allí, a tiempo, con deseos de saber cómo curarse… otra vez la irresponsabilidad de un tipo  que no puede curar si no tiene ninguna consideración por la salud, angustias y tiempo de sus pacientes.
    El médico no tuvo la atención para pedirle a alguna enfermera saliera y ordenar la cancelación de citas, sintiéndose Dios pero actuando como cualquier tipo grosero y falto de educación.
    Es cierto que en México faltan doctores, sobre todo especialistas pero por el bien de todos, esperemos que los de las nuevas generaciones sean un poco más conscientes de su importancia y responsabilidad; se conduzcan como profesionistas en un nosocomio y no como éstos, pelafustanes que no se sentían en un centro de atención de enfermedades y procuración de salud, sino  entre amigotes en una cantina.
     Mal hablados delante de todos, irresponsables, faltos de ética… y se disfrazan con batas blancas.
Sin Bozal

.-INFORMACION PERIODISTICA LA PALABRA; es la mayor virtud y riqueza de un hombre, el que no la tienen ni cumple, esta hueco

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