De políticos y periodistas
Periódico 4º. Poder
Ninguna duda hay que la vida nos conduce a veces
por caminos que ni imaginamos.
Lo que soñamos de niños o jóvenes para hacer de
adultos, a veces son realidades satisfactorias pero, quizás en mayor número,
las expectativas se vean truncadas.
Si los hombres siendo niños pensábamos convertirnos
en policías o bomberos, adolescentes comenzamos a ver otras realidades (y
necesidades) para las que nos fuimos preparando.
Por ello en las sociedades se van escalonando los
estudios; primarios, secundarios, preparatorios y superiores, a fin de dar
solidez y consistencia a los deseos y anhelos de las personas cuando están en
desarrollo.
En nuestra región, en el periodismo hay muchos
jóvenes hombres y mujeres que hicieron carrera, aprendieron y ahora son los
comunicadores de la actualidad.
Otros comenzaron como con un trabajo cualquiera; se
superaron, cumplieron con creces su cometido, incluso algunos imparten clases a
nuevos muchachos que buscan un lugar en la vida.
A lo largo de la mía he visto a reporteros entrar a
la política, “irse del otro lado de la mesa”, desempeñarse como funcionarios
públicos y, de los que sé, lo han hecho bien, incluso conservan su prestigio,
cosa que en este campo (la política) es muy difícil.
En Coahuila Luis Horacio Salinas Aguilera, quien
fuera alcalde de Saltillo, y secretario de algunas dependencias estatales y
cercano colaborador del gobernador Óscar Flores Tapia, creó un periódico para
defenderse, fortalecer nuevas campañas y, claro, atacar a sus adversarios.
En Durango, don Carlos Herrera Araluce, lagunero de
Gómez Palacio, creador de una muy importante empresa lechera inició y financió
el diario “Victoria”, todavía en circulación, quizás para lograr su frustrado sueño
de ser gobernador.
En los dos casos los periódicos se hicieron de
manera aleatoria, para respaldar posiciones políticas y nunca fue -de origen-
el motivo principal de sus dueños el hacer un periodismo como se conoce por
tradición.
Lástima da ver a otros que terminaron carreras muy
diferentes y que abandonan para convertirse en “periodistas” y que se
convierten en feroces críticos de quienes no los apoyan económicamente pero
alaban de manera desmedida y servil a quien les arroja una dádiva cual vil mendrugo
a perro hambriento.
Ésos no son profesionistas, menos, mucho menos,
periodistas, son tipos oportunistas, ventajosos, sin escrúpulos ni moral que
venden la dignidad por nada.