Abatir la
pobreza
Marcelo Torres
Cofiño
Mienten quienes afirman que no queremos acabar con
la pobreza y lo hacen con total descaro. La diferencia es, en todo caso, el
camino que buscamos seguir para su combate. No creemos en los mecanismos que
generan una dependencia eterna hacia el Gobierno. En cambio, apostamos por
estrategias que persigan la autonomía de las personas. En el estado ideal de
las cosas, nadie debería necesitar de dádivas.
El asunto es peor cuando, además, los mecanismos
que se utilizan para supuestamente ayudar a las personas en situación de
pobreza presentan fallas de diseño y operación como sucede actualmente con los
programas del Gobierno federal que, de acuerdo con el Coneval, conservan muchos
de los vicios de antaño y presentan nuevas formas problemáticas.
Nuestro punto es claro: no se puede estar a favor
de mecanismos que sistemáticamente han mostrado su falta de efectividad, y
menos, todavía, cuando están viciados de origen.
Nuestra apuesta es, entonces, por la construcción
de condiciones que posibiliten la prosperidad generalizada. No creemos, como ha
llegado a suceder, que apoyando exclusivamente a los grandes negocios para que
estos hagan inversiones que generen fuentes de empleo se vaya a terminar la
marginación.
Una y otra vez hemos insistido, en la palabra y en
los hechos, en apostar a las micro, pequeñas y medianas empresas que son las
que verdaderamente sostienen la economía de México y de nuestra entidad.
Aquí un grave error de concepción de parte del
Presidente: la gran mayoría de quienes tienen una empresa en México están
lejísimos de ser magnates. Todo lo contrario, son personas que viven al día,
que no son sino un empleado más de sus negocios que en más de una ocasión son
el que más trabaja y el que menos gana.
AMLO presumía de ser un gran conocedor del país,
pero viendo sus grandes prejuicios no tiene uno otra opción que dudar de tal
conocimiento. Porque los que verdaderamente nos acercamos a la gente, sabemos
que sobre todo el micro y pequeño empresario no tiene otra cosa que un autoempleo.
Pero impulsar y consolidar a las Pymes no es la
única tarea. Necesitamos, en verdad y de manera muy seria, una educación que se
pare de cara al futuro. Quienes hoy están comenzando su formación escolar
enfrentarán un mundo muy distinto al nuestro.
En un par de décadas, todo girará en torno a la
inteligencia artificial, las tecnologías de la comunicación y la información,
el internet de las cosas y el cómputo cuántico.
Es momento serio para preguntarnos si queremos
seguir siendo dependientes tecnológicos toda la historia o si vamos a dar el
salto, aprovechando nuestras capacidades, para desarrollar la tecnología del
futuro. Si queremos lo segundo, necesitamos cambiar drásticamente nuestra
educación.
Ese cambio supone también darle la vuelta a la
narrativa. Debemos dejar de ser las víctimas y comenzar a pensarnos como
forjadores de nuestro propio destino. Allí también se equivoca el Presidente,
porque en lugar de aprovechar su liderazgo para impulsar a México hacia el
futuro, tiene a la mitad del país quejándose por el pasado y a la otra
protestando por el presente. De verdad: así no se puede abatir la pobreza.