El problema
de la violencia
Marcelo Torres
Cofiño
L
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Es
previsible que gracias a la cuarentena el segundo tercio de 2020 arroje mejores
resultados. Eso no significaría que el problema está resuelto.
No
podemos fomentar el encierro de una parte de la ciudadanía como mecanismo para
reducir los homicidios. Necesitamos soluciones de fondo, que se sostengan en el
largo plazo.
Queda
claro que lo hecho los gobiernos anteriores no funcionó. Y que lo realizado
hasta ahora por las autoridades actuales ha resultado peor todavía. Por tanto,
dar con la estrategia adecuada es primordial. Y si de algo tenemos que estar
seguros es de que se necesita de la participación de muchos liderazgos, que
actúen en diferentes ámbitos de la vida social. El problema de la inseguridad y
la violencia no es un asunto meramente policial o jurídico.
La
captura de capos y su posterior extradición o encarcelamiento en territorio
nacional no ha logrado sino multiplicar los grupos delictivos en el país y
tornarlos más agresivos. Un estudio del International Crisis Group asegura que
en 2010 había 98 células criminales en México. Y que en 2019 ya eran 100 más.
Pero eso no es todo, sino que, además, los grupos actuales han diversificado
sus actividades, incorporando incluso negocios legales.
Además,
es necesario reconocer que en muchos rincones del país el crimen organizado se
convirtió en una especie de “Estado paralelo” que atendió y resolvió
problemáticas próximas a personas que por mucho tiempo fueron ignoradas por las
autoridades de los tres niveles.
Eso
les permitió construir una red de protección, basada en la lealtad y la
gratitud, pero también en el temor, que no es fácil deshacer. Hay que destacar,
de manera adicional, el gran poderío económico y bélico que poseen esos grupos,
lo que les ha permitido corromper a muchas personas que laboran en
instituciones públicas y empresas privadas.
Dado
tal panorama es completamente incomprensible el simplismo con el que se ha
hablado y actuado en relación con la delincuencia en el actual sexenio. Los
resultados son, por eso, los que están a la vista de todos.
Si
se revisa el Semáforo Delictivo, que se alimenta con los datos oficiales, vemos
que el año pasado ninguno de los 11 delitos a los que se les da seguimiento
terminó en verde. De hecho, ocho de ellos registraron un color rojo, lo que
significa que se presentaron cifras por encima de la media histórica.
Por
eso, insisto, se necesita convocar a un gran acuerdo nacional, serio y no
simulado, destinado a encontrar una salida al problema de la inseguridad y la
violencia. La complejidad del problema llama a buscar soluciones integrales,
innovadoras y, sobre todo, efectivas. En unión lo lograremos. Somos más grandes
que nuestros problemas.