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El problema de la violencia
Marcelo Torres Cofiño

L
a severa crisis económica que estamos enfrentando, en combinación con la contingencia sanitaria motivo de la pandemia de Covid-19, hacen que se nos olvide que hay otros muchos problemas que aquejan al país. Uno muy grave es la inseguridad y la violencia. Como todos sabemos, 2019 fue el año con el mayor número de homicidios dolosos en la historia reciente de México. Lastimosamente 2020 no pinta muy diferente. De hecho, entre enero y abril hubo peores cifras que durante el mismo periodo del año pasado, 356 asesinatos más, para ser exactos.
Es previsible que gracias a la cuarentena el segundo tercio de 2020 arroje mejores resultados. Eso no significaría que el problema está resuelto.
No podemos fomentar el encierro de una parte de la ciudadanía como mecanismo para reducir los homicidios. Necesitamos soluciones de fondo, que se sostengan en el largo plazo.
Queda claro que lo hecho los gobiernos anteriores no funcionó. Y que lo realizado hasta ahora por las autoridades actuales ha resultado peor todavía. Por tanto, dar con la estrategia adecuada es primordial. Y si de algo tenemos que estar seguros es de que se necesita de la participación de muchos liderazgos, que actúen en diferentes ámbitos de la vida social. El problema de la inseguridad y la violencia no es un asunto meramente policial o jurídico.
La captura de capos y su posterior extradición o encarcelamiento en territorio nacional no ha logrado sino multiplicar los grupos delictivos en el país y tornarlos más agresivos. Un estudio del International Crisis Group asegura que en 2010 había 98 células criminales en México. Y que en 2019 ya eran 100 más. Pero eso no es todo, sino que, además, los grupos actuales han diversificado sus actividades, incorporando incluso negocios legales.
Además, es necesario reconocer que en muchos rincones del país el crimen organizado se convirtió en una especie de “Estado paralelo” que atendió y resolvió problemáticas próximas a personas que por mucho tiempo fueron ignoradas por las autoridades de los tres niveles.
Eso les permitió construir una red de protección, basada en la lealtad y la gratitud, pero también en el temor, que no es fácil deshacer. Hay que destacar, de manera adicional, el gran poderío económico y bélico que poseen esos grupos, lo que les ha permitido corromper a muchas personas que laboran en instituciones públicas y empresas privadas.
Dado tal panorama es completamente incomprensible el simplismo con el que se ha hablado y actuado en relación con la delincuencia en el actual sexenio. Los resultados son, por eso, los que están a la vista de todos.
Si se revisa el Semáforo Delictivo, que se alimenta con los datos oficiales, vemos que el año pasado ninguno de los 11 delitos a los que se les da seguimiento terminó en verde. De hecho, ocho de ellos registraron un color rojo, lo que significa que se presentaron cifras por encima de la media histórica.
Por eso, insisto, se necesita convocar a un gran acuerdo nacional, serio y no simulado, destinado a encontrar una salida al problema de la inseguridad y la violencia. La complejidad del problema llama a buscar soluciones integrales, innovadoras y, sobre todo, efectivas. En unión lo lograremos. Somos más grandes que nuestros problemas.

Sin Bozal

.-INFORMACION PERIODISTICA LA PALABRA; es la mayor virtud y riqueza de un hombre, el que no la tienen ni cumple, esta hueco

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