Maestro
Periódico 4º. Poder
Enseñar es quizás uno de los placeres mejores de la
vida.
Enseñamos a nuestros niños y nietos con la idea de
convertirlos en gente de bien.
Enseñamos nuestra mejor cara cuando tenemos el
interés de lograr algún anhelo como conseguir un permiso, una novia, un
trabajo.
Ello nos viene de forma natural pero, enseñar como
profesión, es quizás todavía más meritorio.
El maestro (y con ello incluyo a las esforzadas y
muchas veces sufridas maestras) debe tener vocación, paciencia infinita y
conocimiento no sólo de las materias que imparten sino en gran cantidad de
temas.
Los que se ocupan de niños aguerridos (¿hay de
otros?); los que enseñan en los ejidos y poblados distantes, los que dan clases
en universidades donde las pandillas han sentado sus reales... todos son dignos
de encomio y reconocimiento.
Son servidores de la humanidad muchas de las veces
mal pagados y con pocas, pero sinceras muestras de gratitud.
En lo personal, tengo dos yernos profesionistas
quienes además de ejercer sus carreras, dan clases y por lo que me cuentan, lo
hacen con gusto y dedicación.
Por ello y por todo, felicidades a los maestros hoy y siempre