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El valor de la industria de la construcción
Mercelo Torres Cofiño

B
asta solo un poco de sentido común para reconocer el papel central que juega el sector de la construcción en la economía de un país. Y no solo aquel dedicado al desarrollo de las grandes obras de infraestructura, sino en general cualquiera de los distintos ramos de esa industria. Por eso no son gratuitas las críticas que recibió el Gobierno federal al no haber incluido desde un principio a esa actividad en la lista de giros esenciales en el escenario de la pandemia de Covid-19.
Pero ¿qué se puede esperar de alguien que toma medidas basadas en la ignorancia, el odio y el resentimiento? Y es que, con toda claridad, esos son los motores de la acción gubernamental que caracterizan a la 4T. Y por desgracia para México, son todavía muchos los que creen que el mal provocado por ese revanchismo infantil le ocasionará un beneficio al país.
Son muchísimos los trabajadores que en lugar de ver mejorada su calidad de vida, están seriamente ante el peligro de perder lo poco que tienen. Por ejemplo, con la necedad de que el Infonavit les otorgue directamente un crédito para que ellos mismos construyan sus viviendas.
Como decía la semana pasada, es un mito sin ningún sustento que las empresas dedicadas a la construcción de casas habitación ganen el doble de lo que invierten. Menos todavía, porque levantar una vivienda no solo implica la colocación de ladrillos, como aparentemente lo cree el Presidente.
Parte importante del proceso de desarrollar vivienda se la llevan los múltiples trámites que es necesario realizar por ley para poder erigir una construcción.
Dejar a un ciudadano que no conoce de esos asuntos, porque no es algo que se realice en la cotidianidad, es arrojarlo a la boca del lobo; o, mejor dicho, de los coyotes, los cuales van a hacer su agosto gracias al desconocimiento de quienes intenten construir su propia casa.
Pero, hay todavía un riesgo mayor. Y es que, movidos algunos por su falta de pericia y otros más por su propensión a violar las leyes, construirán sus viviendas de manera irregular lo que significa que nadie supervisará la calidad ni la seguridad que está implícita. Y el Infonavit, que ya de por sí se encuentra en una condición delicada por la corrupción de décadas, no tendrá la garantía hipotecaria real por el monto del crédito otorgado.
Hay que recordar aquí que el Instituto maneja los recursos que provienen del ahorro de los trabajadores y las aportaciones de los patrones. En la actualidad hay aproximadamente 300 mil millones de pesos que se pueden perder si no hay modo de recuperar los créditos. Pero nada de esto es considerado por el Presidente que solo tiene ante sus ojos su odio contra los empresarios.
La entrega sin sentido de créditos para la propia construcción solo generará mayor descomposición social, crecimiento urbano desordenado, desempleo y mucha inseguridad para quienes habiten esas viviendas. Además, está el peligro de que se acrecenté la corrupción en el Infonavit, cuya colocación de créditos para el desarrollo de nuevas viviendas ha caído a niveles de 2006.
El Presidente dice que no se necesita ser economista para entender de economía. Tiene razón. La gran pregunta aquí es ¿qué lo incapacita a él, para entenderla siquiera un poco? Por ejemplo, ¿qué le impide comprender el valor de la industria de la construcción?

Sin Bozal

.-INFORMACION PERIODISTICA LA PALABRA; es la mayor virtud y riqueza de un hombre, el que no la tienen ni cumple, esta hueco

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