Dispongámonos a crecer
Marcelo Torres Cofiño
Si más de la mitad del Producto Interno Bruto en nuestro país
es aportado por las micro, pequeñas y medianas empresas, entonces, es
indispensable potenciar su desarrollo para alcanzar las tazas de crecimiento que
requiere la economía mexicana. No obstante, para cumplir con esa meta es
necesario superar una serie de desafíos inherentes a la gestión de esos
negocios, así como a sus capacidades y limitaciones.
Un rasgo muy notable de las Pymes es su poca escalabilidad.
Buena parte de las empresas pequeñas y medianas no tienen mecanismos que les
permitan incrementar sus niveles de producción y venta de manera sustancial.
Sus procesos de producción y tecnologías limitan su capacidad
de generar riqueza. Se encuentran en etapas muy tempranas de industrialización,
con modelos de gestión más parecidos a los de un taller artesanal que a los de
una empresa moderna. Por eso no logran crecer y su lucha se concentra en la
subsistencia.
Tal condición no solo se debe a la falta de preparación
técnica de sus propietarios en materia de negocios. Su escasa capacidad para
generar flujos excedentes que puedan invertir en desarrollo y perfeccionamiento
de procesos de generación de valor y en la incorporación de tecnologías
ocasiona también su pobre crecimiento
Y no hay en México una política exitosa de fomento al
desarrollo tecnológico que vincule de manera sistemática a los científicos y a
las instituciones educativas con las necesidades reales de ese sector empresarial.
Tampoco aquellas Pymes que están en el área de servicios
logran sistematizar y estandarizar con éxito sus procesos y su cartera de
servicios como para hacer que sus modelos de negocio sean franquicias que
multipliquen sus ganancias.
La política de ciencia y tecnología también debería de
propiciar que esos procesos se dieran de una manera factible y exitosa para los
pequeños y medianos empresarios.
Es claro que no todas las Pymes nacieron para ser escalables
y convertirse grandes empresas, sin embargo, para apuntalar el crecimiento del
país al menos un porcentaje esos negocios debería poder aprovechar su potencial
para desarrollarse. Por eso, es urgente que establezcamos políticas encaminadas
a facilitar que cada vez haya más empresas que robustecen sus capacidades para
generar riqueza.
Es bueno, por supuesto, que en nuestro país la Inversión
Extranjera Directa se siga incrementando. Sin embargo, esta es insuficiente si
no se activan mecanismos reales para apoyar a quienes aportan el mayor número
de empleos formales en México. La tarea de un gobierno no es producir; pero sí
crear las condiciones para que quienes tienen la capacidad de emprender lo
hagan con el mayor éxito posible.
Se equivocan quienes piensan que el triunfo de un empresario
es sólo de él.
Cada pequeño negocio que se convierte en mediano o en grande
es una buena noticia para todos los que se benefician de su quehacer.
La prosperidad de una nación está directamente vinculada al
éxito comercial y financiero de sus empresas. La pobreza no se combate con
dádivas, sino con oportunidades para todos. Apostemos a las Pymes y
dispongámonos a crecer.