Democracia en la Cámara de Diputados
Fernando
Rangel de León
Son muchas las prácticas de los tres
Poderes del Estado, que tenían -y tienen todavía- muy enojado al pueblo de México, y que es en
contra de lo que votó el pasado 1 de julio; como los sueldos de 700 mil pesos
mensuales en el Poder Judicial, los elevados sueldos, pensiones, el avión presidencial y el costosísimo Estado
Mayor Presidencial en el Poder Ejecutivo; y el “mayoriteo” y la “aplanadora”
del PRI-gobierno en el Poder Legislativo.
Antes, los órganos de control de la
Cámara de Diputados, los acaparaba el PRI y el PAN, por separado, cuando tenían
la Presidencia de la República; dándole “migajas” de poder camaral a la
oposición, a la que no le daban margen de maniobra suficiente para sacar adelante
sus iniciativas de ley y proyectos políticos; pues siempre los mayoriteaban en contubernio con sus
partidos “paleros” o “satélites”, como el PVEM.
Era una ironía que en la Cámara
donde estaban los representantes populares, a los que eligió el pueblo, no
hubiese democracia; es decir, que el poder
lo ejercieran por igual todas las corrientes del pensamiento y todas las
expresiones políticas, por muy opositoras que fueran del partido mayoritario.
El 1 de septiembre de 2018, inició
su sesión ordinaria la LXIV, electa el 1 de julio de ese año, con 500
diputados, trescientos de elección directa y doscientos de representación
proporcional; siendo 260 de MORENA, 78 del PAN, 47 del PRI, 33 del PT, 28 del
MC, 26 del PES, 13 del PVEM, 11 del PRD y 4 Sin Partido.
Por tener abrumadora mayoría MORENA,
se eligió a su destacado integrante Porfirio Muñoz Ledo, a quien le tocó
colocar la banda al Presidente Andrés Manuel López Obrador, el pasado 1 de
diciembre de 2018; y cuyo encargo concluyó el pasado 1 de septiembre; pudiendo,
por ley, ser reelecto otro año más; pero la oposición poniendo a prueba la
democracia de la Cuarta Transformación, la cuestionó airadamente con gritos y
sombrerazos.
Y
MORENA no usó el mayoriteo ni aplicó la aplanadora para reelegirlo; y Muñoz
Ledo, siendo congruente con su vocación democrática y honrando
a su partido renunció a su cargo de presidente; quedándose como un diputado
pero no un diputado más porque en donde quiera que está, Porfirio brilla con luz propia por ser ya un hombre en
la historia de México, y serle todavía muy útil al país.